
Tú me hacías reír mientras yo te miraba sin pestañar, era linda la forma en que movías tus labios, me hubiera gustado grabarlo aunque sin querer creo que lo hice. El sol nos espiaba por tu ventana, a toda costa nos quería ver, presentí en ese momento que nos tenia envidia. Tú me abrazabas tan fuerte que el calor me tenía mojado como una tarde en verano, yo estaba al borde de la cama casi cayendo, pero tú te las arreglabas para engancharme con tus brazos. Por un instante dejamos de reír y de hablar, creo que nos dimos cuenta que el sol ya estaba sobre nuestros cuerpos y sobre tu cama. Ahora llego tu turno eso se me vino a la cabeza cuando tu dejaste de pestañar y me observabas en cámara lenta.
…Me gusto eso cuando de a poco te a cercaste a mi pecho, soltando tu mano de la mía, la pusiste sobre algo que palpitaba y que se encontraba dentro de un monton de huesos, arterias, telas de araña, polvo y sangre, ese día me hiciste recordar que tenía un corazón, me hiciste sentir que algo latía fuerte, mi sístole y diástole se hacían notar mas de lo normal, había una revolución en mi.
Después de un rato de mirarnos a los ojos, ya no había tan solo una mano sobre mi, sino habían cuatro sobre nosotros, habían veinte dedos, muchos metros de piel y una enorme cantidad de ganas de saber que había mas allá,lo notabamos al momento de tocarnos. Tu piel se parecía a la mía teníamos el mismo color arrojado sobre tu cama, me hizo sentir seguridad al instante de inscursionar cada poro de tu figura que parecía una pieza de arte, morena y delicada. Me basto pestañar solo una vez para sentirme abrazado por tus piernas, acogido entre tus senos, entre tu cuerpo, acogido como un niño. Jamás perdí la vista de tus labios ya que estos me tenían hipnotizado, atrapado, como tu ser que me cubría el cuerpo como una manta en invierno. Mi rostro se detuvo sobre tu pecho sentí que algo golpeaba fuerte, temí que el palpitar de tu corazón te reventara el tórax, acaricie el surco de tus senos con la punta de mi nariz, apreté tu brazos arrugando tu piel, tu me tenias el pelo tomado jalándolo hacia ti. Te tome de tus caderas y te levante hacia el cielo y en tres segundo cambiamos de perspectiva, ahora tu estabas por sobre mi, apoderándote de todo, deteniendo el tiempo, quemando la lluvia, paralizando al destino, haciendo me sentir amado, haciendo me sentir parte de esa belleza que te teñía de naranjo, de ese atardecer que nos prometía ser testigo mudo del amor que sentimos aquel día que me regalaste un pedacito de tu cielo.
Cartas de amor
-Dado